En ADN Centro Educativo hacemos que el movimiento del cuerpo mueva la mente
“Aprendo muchísimo sin hacer deberes, sin estudiar y sin sufrir. Pero sí que canto, bailo, juego, me nuevo, me disfrazo, opino, voto, emprendo, diseño…”
¿Cómo debe ser el colegio en el que se formen alumnos, que cuando se les pregunta CÓMO APRENDEN, te responde de esa manera?
Las personas que nos visitan advierten que así es. Un comentario, casi generalizado de todas ellas es “los niños aquí se mueven mucho solos, pero se respira armonía y trabajo”. Ese era el colegio de mis sueños, niños ocupados por todas partes, a todas horas y sin maestros .
Niños y jóvenes aprendiendo muchísimo en situaciones alternativas a la clase de cuatro paredes, en la que solo se escucha la voz del profesor con los alumnos sentados y por supuesto, callados.
Si observamos el día a día en ADN y miramos las caras de los adultos, niños y jóvenes, la sensación es de que “aquí todo el mundo va sonriendo” “se respira mucha alegría”. Hay que visitar el colegio para acabar de creerse que esto puede ocurrir y que efectivamente se está produciendo una transformación muy interesante.
Tener momentos para la danza, el baile, el deporte, la elección del espacio o un lugar que invita a la concentración y al trabajo en equipo; conecta las neuronas y favorece el aprendizaje. Esta es una realidad palpable en el rendimiento de nuestros alumnos, en la ilusión que ponen en sus tareas y en las ganas de venir al mismo todos los días.
Las decisiones siempre son consensuadas entre alumnos y profesores, previo consenso entre los propios alumnos.
Intentamos que descubran el potencial de su cuerpo, no para ser un deportista de élite, un bailarín o bailaor o un modelo de pasarela. Sino que sientan que cuando cuerpo y cerebro actúan unidos sus pensamientos son divergentes, ágiles y certeros, sintiendo que se están desarrollando de forma integral y plena.
La reflexión y la consciencia de que esto está ocurriendo, acompaña de forma permanente a los alumnos a lo largo de su escolaridad y con esto sí que se consigue una madurez, una adquisición de competencias y una seguridad sin necesidad de evaluación externa.
Evaluamos el cómo y no el qué, (clave para el cambio de paradigma en educación).
En este cambio es donde tiene cabida la creatividad, la improvisación, la duda (tanto en alumnos como en profesores), la apertura al exterior, la ruptura del currículo, la utilización de escenarios alternativos etc.
Estamos caminando en este sentido y no lo hacemos solos, lo hacemos acompañados por familias que, en su día, soñaron, como yo, con una escuela para sus hijos muy distinta a la que ellos tuvieron y que sus padres no les pudieron dar.
Una escuela que está surgiendo gracias a la valentía de los que lo vemos, junto a la, también valentía y generosidad de grandes pensadores y científicos que cada vez más respaldan y dan la cara por los que estamos a pie de obra.
Nosotros damos gracias a la vida por poder hacer, para que nuestros alumnos puedan decir:
“Me muevo, me divierto, participo, por eso aprendo todo lo que tengo que aprender y me sorprendo a mí mismo, con la facilidad que lo demuestro, cuando lo tengo de demostrar”.
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