¿Está de moda Santo Tomás de Aquino?

A poco que leamos sobre las propuestas pedagógicas de Santo Tomás nos damos cuenta de que podrían formar parte de muchos congresos y propuestas de innovación, dentro del terreno de la educación para el siglo XXI.

El día 28 se conmemora su festividad y voy a profundizar en los planteamientos de este gran filósofo a la hora de revalorizar el acto educativo relacionado con la esencia del ser humano.

Los  planteamientos de Santo Tomás constituyen un avance formidable y  desarrollan el concepto de educación integral, término más que utilizado en nuestros tiempos cuando hablamos de educación.

Cuando en la Edad Media la comprensión de la realidad se vivía siempre desde lo religioso y se hablaba de cuerpo y de alma, Santo Tomás ya hablaba de “la persona”, como ese todo formado por cuerpo y espíritu, para cuya educación se deben ofrecer elementos que conformen una formación integral, como primer gran objetivo de la educación.

Para Santo Tomás, una formación integral, supone una educación para la perfección, una educación eminentemente ética fundada en las virtudes asimilables al ser humano; tanto en su nivel orgánico como en el sensible y el superior o racional.

El objetivo del desarrollo integral del ser humano busca prioritariamente la verdad, como camino hacia la felicidad y hacia la auténtica libertad.

Para Santo Tomás el ser humano es un ser privilegiado por su razón, autonomí
a, libertad y responsabilidad. El ser más perfecto de la naturaleza y la educación encerrará un claro cometido: educar la voluntad como perfeccionamiento de los hábitos a lo largo de la vida, para que sus actos sean buenos y virtuosos.

Para Santo Tomás la finalidad de la educación, por parte del maestro, tendría como función el llevar a un hombre/mujer a su perfección.  
El maestro, además, “engendra espiritualmente” como el padre físico “engendró corporalmente”.  El maestro es modelo de conducta y de saber.

Con Santo Tomás, la pedagogía es considerada como el ejercicio que alimenta al niño y al joven en todas sus dimensiones.

Es necesario que los planes educativos toquen la educación para la alimentación y la salud, para lo social y lo estético, para el control de la voluntad y el buen uso de la libertad.

Una educación integral debe afirmar las notas esenciales de la personalidad de cada uno. Debe ser virtuosa en el sentido de perfeccionar cada una de las posibilidades y capacidades de la persona. Debe también ofrecer una dimensión de justicia, de entrega, de solidaridad, de búsqueda del bien común, de respeto y donación al otro.

La dimensión cognitiva no se centra exclusivamente en el ejercicio de las ciencias, se dispone también en la toma de decisiones de una conciencia humana libre, responsable, virtuosa, íntegra, bondadosa.

Según todo lo expuesto y haciendo un discurso adaptado a la realidad actual, educar en valores, educar a personas honradas y trabajadoras, significa progresar en beneficio  de todos los ciudadanos, más allá de las distinciones de credo, sexo, clase.

Siendo así, la educación se convierte en lo esencial del momento actual y si la clase política no lo ve debemos ser los docentes y las familias los que propiciemos esa revalorización de la misma.

Hay que profundizar en los clásicos para recuperar una auténtica Filosofía de la Educación que nos haga perseguir el desarrollo integral, insistir en lo ético y en lo moral, cultivar el pensamiento divergente, ejercer la crítica constructiva y comprometida con nuestra realidad, educar para formar a seres que consensuen y colaboren,  enseñar a liderar y dirigir nuestras vidas etc.

Todo este es lo que da a los alumnos las claves de nuestra dimensión histórica, para hacer posible la recuperación de la verdadera dimensión humana que haga posible esa transformación social, reconstruyendo ese mundo en paz, formado por comunidades de hombres y mujeres diversos, acogedores, tolerantes, respetuosos y amoroso, los unos con los otros.

En ADN Centro Educativo, abrazamos el pensamiento filosófico de Santo Tomas como fuerza para conseguir vivir nuestra vocación, con la esperanza de que cada vez somos más los que aspiramos a mirar a los ojos a nuestros alumnos, con la dosis de amor suficiente como para creer que en ellos está  el futuro de un mundo mejor y hacerlo junto a sus familias.

Mª Dolores González

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