NUESTROS ALUMNOS CAMBIARÁN EL MUNDO, SI LOS MAESTROS CAMBIAMOS NUESTRA MIRADA EN LA ESCUELA
Con cualquiera que hablemos para opinar sobre la escuela,
coincide en que la escuela tiene que cambiar.
Que el mundo, en
los últimos cincuenta años, ha cambiado más que en los doscientos años
anteriores, es más que cierto y que la escuela, en lo que llevamos, del siglo
XXI, no está dando respuesta a esta transformación es la realidad que sufren
nuestros niños y jóvenes.
Si el mundo cambia y evoluciona, sin la intervención decidida
y consciente de hombres y mujeres que, de forma permanente y consciente, mejoran
las relaciones humanas y la conservación del planeta Tierra, es porque la
escuela es un fracaso.
Mientras la escuela no sea el lugar en el que se
equilibran y normalizan las desigualdades de todo tipo y se conciencia del
valor de la madre tierra como patrimonio de toda la humanidad, de poco sirve lo
que el niño y el joven aprende en las
distintas disciplinas.
Y ¿Qué significa “lugar donde se equilibran y normalizan
las desigualdades”?, pues simple y llanamente, lugar donde cada niño pueda ser
ese SER único y exclusivo, programado para el éxito y nacido para crecer en
armonía con el resto de personas y con el universo.
Y ¿Cómo podemos hacer de la escuela ese lugar?, pues,
vuelvo a decir, simple y llanamente, dejando que los niños y jóvenes utilicen
todo su cuerpo, todo su potencial, todas sus diferencias, a la hora de
construirse a sí mismos, hasta conseguir ser el músico, el matemático, el
mecánico, inventor, el literato, el periodista, el médico, agricultor, etc.
para el que ha nacido.
La escuela no puede ser el lugar de acogida y de éxito
para aquellos alumnos a los que les van bien las matemáticas, las ciencias o
los idiomas y además, están quietos, no hablan, no protestan, o no manifiestan
su aburrimiento.
La
escuela debe ser ese lugar donde todos los niños y jóvenes tienen cabida y
además se propicia el que afloren todos y cada uno de sus talentos, sin
catalogación ni exclusión alguna.
La escuela debe ser el lugar de oportunidades para el
alumno, donde se trabaja y se aprende con éxito durante la mañana, para poder jugar e investigar y profundizar, en sus aficiones o proyectos
personales, en su tiempo libre.
Y dicho lo anterior, si realmente pretendemos que los
niños y jóvenes que llenan aulas en colegios e institutos sean los transformadores sociales que todos
deseamos, debemos mirar a cada uno como a ser único y exclusivo, merecedor de
respeto absoluto a sus diferencias y propiciar que emerjan todos sus talentos
en las aulas.
Mª Dolores González
Valverde
Comentarios
Publicar un comentario